jueves, 12 de febrero de 2015

El camino de la fe

Leer | Genesis 12


La fe es el cimiento de nuestra vida cristiana. Hebreos 11.1 (nvi) nos da la definición bíblica de este término. "La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve".

La fe verdadera es más que algo que expresamos verbalmente; es un camino que recorremos. A lo largo de la vida, nuestro Padre celestial nos lleva en un viaje, permitiéndonos experimentar una verdadera relación con él en cada circunstancia que encontremos.

El pasaje de hoy explica que Dios tiene un propósito para todo lo que nos sucede. El Señor prometió a Abraham que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas en el cielo (Gn 15.5). Después guió a su siervo a obedecer varias órdenes, entre ellas, dejar su tierra. A Abraham no se le hizo saber los detalles de ese plan.

Ahora sabemos que él fue el padre de la nación judía, y que entre su linaje estuvo Jesucristo, el Salvador de la humanidad. Aunque el patriarca no siempre fue obediente, sí dio un paso al frente con fe confiando en el propósito supremo de Dios.

Nosotros, también, podemos saber con certeza que el Señor está entretejiendo un plan hermoso. Él no está obligado a explicar sus razones ni a revelar cada detalle. Lo que hace es mostrar el paso siguiente (Sal 119.105), y es nuestra responsabilidad obedecer, incluso cuando no tenga sentido.

Si usted quiere saber qué está haciendo Dios en su vida, obedézcalo. Muchas veces no entenderá las complejidades del plan, pero puede confiar en la benevolencia del corazón de Dios. Tenga la certeza de que todo lo que él hace tiene un propósito, y un beneficio para usted. Así que, dé un paso de fe, y verá la fidelidad del Señor.

miércoles, 11 de febrero de 2015

La vida eterna



Leer | Juan 3:16-18

Cada uno de nosotros enfrenta al mismo dilema. Tenemos una deuda de pecado con Dios, pero no tenemos la manera de pagarla. Ninguna de nuestras soluciones —tener buena moral, ser religiosos o hacer buenas obras—puede resolver nuestro problema.

Dios mismo ha dado la solución, una salida que satisface su justicia y además nos da su misericordia. Envió a su hijo para que pagara la deuda que teníamos. El Señor Jesucristo estaba calificado para ser nuestro sustituto, porque nunca pecó (2 Co 5.21). tomó voluntariamente nuestro lugar en la cruz y experimentó la ira total del Señor contra nuestra maldad. Al morir por nosotros, Cristo aseguró nuestra salvación pagando la deuda por todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Cuándo ponemos la fe en Jesús y le entregamos nuestras vidas, él se convierte en nuestro Señor y Salvador personal.

Pero, lamentablemente muchos han escuchado el evangelio y lo han rechazado. Algunos son como el joven rico, que puso su confianza en sus posesiones materiales y le dio la espalda a la verdad. Otros se han negado a escuchar siquiera. Otro grupo está convencido de que irán al cielo basados en la errónea confianza en sus buenas obras. Solo quienes han pasado a tener una relación con Jesús mediante la fe en él serán bienvenidos al cielo.

Si usted se pregunta: ¿Cómo puedo tener vida eterna?, solo hay una respuesta: por la fe en Jesucristo (Jn 14.6). Tenemos un enemigo que busca activamente cegar a la gente a la verdad (2 Co 4.4). Oremos para que muchos que están separados del Señor pongan su fe en él y disfruten de vida eterna.

martes, 10 de febrero de 2015

El joven rico

Leer | Lucas 18.18-23

Tres de los cuatro evangelios contienen el relato del joven que hizo una pregunta muy importante a Jesús: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?" (v. 18). Era un líder muy rico, y se consideraba un hombre de gran moralidad por haber guardado los mandamientos de Dios. Pero se conducía bajo la falsa suposición de que hacer buenas obras hace a una persona digna de la salvación. Le preguntó a Jesús qué más tendría que hacer para asegurar su lugar en el cielo, además de todas las cosas buenas que ya había alcanzado.
Esto es lo que yo llamo "el gran engaño", la equivocada creencia de que la vida eterna puede ganarse con nuestros propios esfuerzos. Si damos crédito a esta mentira, entonces no entendemos el problema de nuestro pecado, y de cómo nos separa de Dios. La Biblia nos dice que hemos heredado una naturaleza pecaminosa a partir del primer hombre (Ro 5.12).

Desde entonces, la humanidad ha estado en rebeldía contra el Señor y bajo el juicio divino. No hay nada que podamos hacer para pagar por nuestro pecado. Si éste fuera el final de la historia, seríamos seres sin esperanza para hoy o para el futuro. Pero la buena noticia es que el Padre celestial reconoció nuestra difícil situación, y misericordiosamente nos facilitó el camino al cielo (Jn 14.6).

Cuando Dios nos hizo a su imagen, nos creó para vivir para siempre. Por eso, aunque nuestro cuerpo terrenal perecerá, nuestro espíritu no morirá jamás. La pregunta acerca de la vida eterna es importante, ya que pasaremos la eternidad,
O bien con Dios en el cielo, o bien en un estado insufrible separados para siempre de él (Mt 25.34, 41).

lunes, 9 de febrero de 2015

El poder de la sangre de Cristo

Leer | RomanoS 3.21-26


Saber lo que creemos es crucial para tener fe. Ayer vimos dos de las bendiciones que tenemos por la sangre del Salvador. Hoy veremos dos más.

Al confiar en Cristo como Salvador, somos…
  • Justificados. La justificación es el proceso por el cual Dios nos declara "inocentes". Romanos 3.23 condena a toda la humanidad como pecadores que están bajo sentencia de muerte y frente a una terrible eternidad aparte del Señor y de sus bendiciones. Pero todo cambia para la persona que acepta la sangre derramada de Cristo como pago por sus pecados; por medio de Jesús, nuestro Padre celestial declara inocente al pecador, le otorga la justicia de Cristo y adopta al nuevo creyente en su familia (Gá 3.26). El sacrificio de Jesús satisfizo nuestra deuda de pecado, y su muerte fue contada por Dios como la nuestra (ro 5.9).
  • Reconciliados. antes de ser salvos, estábamos separados de Dios y muertos espiritualmente (Ef 2.1). No teníamos manera de eliminar la brecha que había entre él y nosotros. Cristo envió a su Santo espíritu para convencernos de nuestra culpa (Jn 16.8), ayudarnos a ver nuestra necesidad de un Salvador y llevarnos a la fe redentora. Jesús, el Cordero de Dios, eliminó la barrera de pecado que nos separaba de Dios. Cristo nos reconcilió con Dios "haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col 1.20).
Debemos entender lo que sucedió cuando recibimos a Jesús como Salvador (Hc 16.31). Por su sacrificio, fuimos redimidos, perdonados y justificados por Dios, y reconciliados con él. Es decir, la sangre de Cristo nos ha sacado de la muerte a la vida, y nos ha permitido iniciar una relación eterna con el Padre.

domingo, 8 de febrero de 2015

La sangre derramada de Jesús

Leer | Juan 1.29 -34


Cuando Juan el Bautista vio que Jesús se acercaba, dijo que Cristo era el Cordero de Dios (Jn 1. 29). Los israelitas estaban familiarizados con este concepto, ya que su ley exigía ofrendas de sangre como expiación por el pecado (Lv 17.11).

Jesús se convirtió en nuestro cordero inmolado al pagar "una sola vez" por todas la deuda de pecado que tenía la humanidad (1 P 3.18). Su muerte obtuvo el perdón y la vida eterna para toda persona que confía en él como Salvador. En cuanto a la salvación, Dios no pide ni acepta otra cosa.Jesús fue quien arregló las cosas entre el Padre celestial y el hombre.

Él murió para darnos:
  • Redención. Esta es una palabra que se usaba para referirse a una operación mercantil —alguien compra algo de valor. Toda la humanidad se encontraba en la esclavitud del pecado e incapaz de pagar la deuda (ro 6.23). Como nuestro cordero inmolado, Jesús murió voluntariamente en nuestro lugar y nos redimió con su sangre (1 P 1.18, 19).
  • Perdón. Como hijos adoptados de Dios, hemos sido salvados por la sangre de Cristo (Mt 26.28) y perdonados de modo definitivo por nuestras transgresiones. El castigo por nuestras acciones ha sido pagado totalmente. De esta manera, nuestra culpa por nuestros pecados —pasados, presentes y futuros— es borrada. Medite en lo que el Salvador hizo en el Calvario (ef 1.7).
Como Cordero inmolado, Jesús entregó su vida por nosotros para pagar nuestra deuda. Su muerte nos redimió, logró nuestro perdón y nos dio un lugar permanente en la familia de Dios. ¡Gracias, Jesús, por darnos la salvación!

sábado, 7 de febrero de 2015

La promesa de Dios en contexto

Leer | Salmo 19.7-11


Ayer dijimos que los creyentes debemos tomar en consideración el consejo de Dios para entender sus promesas. Por ejemplo, el compromiso del Señor de satisfacer nuestras necesidades no es una promesa aislada sin conexión con otras partes de la Sagrada escritura. Confiar en que Dios proveerá.

Santiago comienza su carta con la fuerte advertencia de que quienes duden del Señor no podrán esperar nada de él (1.6, 7). La fidelidad de Dios es clara en la Biblia y en la vida de los creyentes, pero nuestra vacilante confianza menoscaba su obra. Esperar el tiempo del señor (1 S 13.913). El rey Saúl tomó la función del profeta Samuel e hizo un sacrificio a Dios antes de la batalla.
Al igual que muchos que manipulan el tiempo y las circunstancias, Saúl no estaba contento con los resultados. Ganó la guerra, pero perdió no sólo el favor de Dios sino también su reino. Nadie logra lo que en verdad necesita dejando fuera a Dios. Aceptar la responsabilidad (Pr 19.15; 20.4). Dios no abrirá la puerta de la oportunidad mientras estemos tendidos en el sofá. Tenemos que estar alertas. Si necesitamos un trabajo, tenemos que buscarlo. Si queremos conocer la dirección del Padre celestial en una situación difícil, tenemos que buscarle asiduamente por medio de la oración y su Palabra.

El Señor va delante de nosotros para ablandar los corazones, pero debemos hacer nuestra parte. Dios conoce nuestras necesidades, y se ha comprometido a suplir cada una de ellas. Tenemos la responsabilidad de confiar en él, ser pacientes y hacer nuestra parte. Entonces dejemos nuestras peticiones en manos del Señor, y él moverá cielo y tierra para darnos lo que necesitamos.

viernes, 6 de febrero de 2015

Nuestras necesidades insatisfechas

Leer | Filipenses 4.19

Aunque Dios prometió suplir todas sus necesidades, esto tarda en llegar. ¿Cuál podría ser el problema? Quizás sea usted mismo. Cuando nuestro Padre celestial no cumple con nuestras expectativas, por lo general buscamos las causas externas. Pero, aunque el amor del Señor es incondicional, muchos de sus promesas no lo son.

Por ejemplo, filipenses 4.19 es una "promesa de familia"; solo puede ser reclamada por quienes llaman con derecho "mi Dios" al soberano del universo. Sus ilimitados recursos no están disponibles para los hombres y mujeres que rechacen la salvación en Cristo. Además, cuando nos fijamos en el plan de toda la Biblia, vemos que el Señor hace de nuestra obediencia una condición para satisfacer nuestras necesidades (Sal 81.10-12). No excusará el pecado bendiciéndonos mientras estemos en rebeldía contra él.

Piense en usted como parte de un ejército en guerra, lo que en realidad es, en un sentido espiritual. Una prioridad militar es mantener abierta la línea de suministro; la victoria será imposible si los soldados están desarmados, y con frío y hambre. nuestra desobediencia permite que Satanás corte nuestra línea de suministro del Señor. Restaurar esta conexión es un asunto de arrepentimiento. A quienes andan en los caminos del Señor, él los protege, suple sus necesidades y los sacia (Sal 81.13-16).

Sacar a una promesa de su contexto bíblico es peligroso, y esperar que Dios cumpla una promesa condicional cuando no se están cumpliendo sus requisitos, es aun más insensato. El Señor cumple su palabra, pero espera legítimamente que hagamos nuestra parte. Felizmente, su yugo es ligero: amar, honrarlo y obedecerlo.

jueves, 5 de febrero de 2015

La fidelidad de Dios a través del tiempo


Leer | Deuteronomio 7.8 -10


Dios es el único que jamás defrauda. Desde el comienzo del tiempo, su Palabra se ha mantenido fiel. Cada profecía es una promesa que ha sido o será cumplida. Tal vez las más grandiosas de estas profecías fueron las referentes al Mesías, cuya venida había anhelado el pueblo de Dios a lo largo de los siglos. Muchos profetas hablaron acerca del ungido (2 Sam. 7:12-16; Is. 7:14; 9.6; Dn 9.25; Mi 5.2). Aunque no hubo ninguna profecía más sobre este tema durante los cuatro siglos previos al nacimiento de Cristo, cuando llegó el tiempo señalado Jesús vino para reconciliar a la humanidad con el Padre.

Seguramente la gente debió haberse preguntado si el Salvador vendría alguna vez. después de todo, 400 años es mucho tiempo para esperar sin ninguna palabra. Pero, como lo demuestra la historia, Dios nunca incumple sus promesas. él es fiable, incluso cuando su tiempo de espera sea diferente a nuestras expectativas.

Sabiendo esto, podemos leer con esperanzas las seguridades que se encuentran en las escrituras. Por ejemplo, si creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador y decidimos seguirlo, la Biblia promete que seremos salvos. Podemos estar seguros de que hemos sido perdonados y redimidos. es más, nada puede separarnos del amor de Dios (Ro 8.38, 39), y podemos confiar en que él dará todo lo necesario para cumplir su propósito en nuestras vidas.


Estos son solo tres promesas fundamentales; la Palabra de Dios contiene muchas más. Medite acerca de la fidelidad de Dios durante los tiempos bíblicos y en su propia vida, y entienda que él también será invariable en el futuro. al vivir obedientemente, usted puede tener la plena confianza en que él hará todo lo que ha prometido.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Nuestro Padre fiel

Leer | 2 Timoteo 2.11-13

Todos experimentamos momentos en los que sentimos que las circunstancias son insoportables, las oraciones no tienen respuesta y Dios parece distante. Cuando eso sucede llegamos a preguntarnos si Él es el mismo en quien alguna vez creímos.

En momentos como esos, la fe se tambalea para algunas personas, pero se fortalece para otras. ¿Qué es lo que puede causar respuestas tan contrarias ante el sufrimiento?

La respuesta dependerá simplemente de la comprensión y la confianza que tengamos de la fidelidad de Dios. Él siempre se mantiene fiel a sus promesas y es ciento por ciento confiable. En otras palabras, podemos confiar en nuestro Dios todopoderoso, no importa nuestra situación.
Nuestra comprensión de Dios se relaciona con este concepto. ¿Confiamos en Él lo suficiente como para obedecer, aun cuando hacerlo parezca una tontería? ¿Estamos tan seguros de que Él escucha y contesta la oración que acudimos regularmente a su trono, aunque no veamos una respuesta inmediata? ¿Estamos cada día sacrificando nuestros deseos y estilo de vida egoístas porque creemos su promesa de eternidad, dicha y paz? Si la respuesta es "no", eso puede indicar una deficiente comprensión del carácter de Dios. Es por eso que leer la Biblia es tan importante; por sus incontables ejemplos de las características de nuestro Padre celestial, aprendemos quién es Él y nuestra confianza sigue creciendo.

Felizmente, la fidelidad del Señor no depende de nuestras circunstancias, sentimientos, o de nuestra fidelidad a Él. Nuestro Padre celestial es fiel a su Palabra y a sí mismo.

martes, 3 de febrero de 2015

Una nación extraviada


Leer | Isaías 59
El principio de siembra y cosecha se aplica no solo a las personas sino también a las naciones. Un país que desprecia o rechaza a Dios y a su Palabra sufrirá las consecuencias de esa decisión.

Aunque Israel había honrado una vez al Señor, se extravió en los días del profeta Isaías y sufrió las terribles consecuencias de apartarse del Padre celestial. Cuando una nación comienza a desatender los mandamientos y los principios de la Biblia, la verdad se vuelve relativa al echar raíces las filosofías falsas.

Los líderes tienden a considerarse muy inteligentes, pero en realidad, si están separados de Dios, su mente se vuelve vana y su entendimiento es entenebrecido (Ef 4.17, 18). Una sociedad se comporta siempre de acuerdo con lo que cree, de modo que el resultado inevitable del pensamiento desviado es el pecado. Una vez que el pecado se vuelve aceptable a los ojos de la gente, la carnalidad y la autosatisfacción se imponen. La naturaleza más perversa del hombre surge en forma de inmoralidad, codicia y violencia.
La injusticia llega a su punto máximo cuando las leyes permiten el asesinato de los más indefensos e inocentes de todos sus ciudadanos —los bebés que aún no han nacido.

Pero aunque la mayoría de los ciudadanos desaprueben la injusticia y la inmoralidad, si no actúan, la nación seguirá hundiéndose en la depravación. Nuestra esperanza definitiva está, por supuesto, en nuestro rey que vendrá para reinar en la tierra con rectitud y justicia. Pero la iglesia tiene que despertar a su responsabilidad de ser sal y luz en el mundo. Cada generación está llamada a estar alerta y activa durante el tiempo que le toca vivir en este mundo.

lunes, 2 de febrero de 2015

La nación que honra a Dios


Leer | Salmo 72

Debido a que el gobierno es instituido por Dios como servidor suyo para el bien (Rom 13.4), éste funciona mejor cuando los líderes honran y obedecen a Dios. En toda la historia de Israel, Dios elogió a los reyes que obedecían sus leyes y lo adoraban sólo a Él.

El rumbo de toda la nación era afectado por las convicciones y la conducta de cada rey. Puesto que este principio sigue siendo aplicable hoy en día, los buenos líderes tienen el potencial de contribuir al bienestar de sus pueblos.

El Señor guiará y ayudará a quienes le teman y busquen su iluminación y dirección. Por más importantes que sean los gobernantes para decidir el futuro de una nación, sus ciudadanos tienen también un papel vital, sobre todo en las democracias donde los líderes son elegidos por el pueblo. La persona poco sabia rara vez elige a un líder piadoso.

Pero los cristianos que comparten su fe y educan a sus hijos en los caminos del Señor, pueden tener un tremendo impacto en los valores de su nación y, por tanto, en la elección de los gobernantes. Si líderes y ciudadanos valoran la Palabra de Dios, se promulgarán leyes en armonía con los principios y los mandamientos bíblicos. Cada enseñanza de la Biblia es para nuestra ayuda y protección. Al alinear nuestra legislación con la de Dios la justicia se impondrá, ya que se protegerá a los indefensos, se castigará a los culpables y se hará valer el derecho de los inocentes.

Cuando se compara este ideal con la realidad que usted ve, es posible que se desaliente. Pero no importa la condición de una nación, usted puede marcar una diferencia en su círculo de influencia viviendo rectamente en una cultura pecaminosa, y compartiendo las buenas nuevas de Cristo.

domingo, 1 de febrero de 2015

La oración marca la diferencia

Leer | 1 Timoteo 2.1 -8

Después de evidenciar la condición de nuestras naciones, reconocemos fácilmente la necesidad de cambio.
Sin embargo, la solución de Dios para nuestra situación es diferente. El apóstol Pablo le dice a Timoteo que fije algunas prioridades en la iglesia, y encabezando la lista está la oración "por los reyes y todos los que están en eminencia" (v. 2).

Para que de esa manera podamos vivir tranquila y piadosamente, y tener así la oportunidad de hablar sin estorbos a otros acerca del Salvador (vv. 2-4).

Pablo nunca habría mandado esto a Timoteo si no hubiera creído que las oraciones de la iglesia marcaban una diferencia para llevar a cabo los propósitos de Dios para su nación. nuestro problema no es con las promesas ni con el poder del Señor, sino con nuestra falta de fe. Al centrarnos en la inmensidad de los problemas, o en el poder de quienes ejercen los cargos, perdemos de vista a nuestro Dios soberano que espera que pidamos su intervención. Las políticas y las leyes no se definen a fin de cuentas en salas de conferencias y oficinas de gobiernos, sino privadamente en oración. Las voces que moldean la dirección de una nación no son necesariamente las que resuenan en los pasillos de las cámaras legislativas, sino de quienes se acercan al trono de la gracia con fe osada (he 4.16).

Si la iglesia cree y ora, el Señor responderá. El saber que Dios puede cambiar a un país podría llevarle a usted a preguntarse por qué ha esperado Él tanto tiempo. Quizás Él le está haciendo a usted la misma pregunta: "¿Por qué has esperado tanto tiempo para orar?" toda autoridad en la tierra puede ser tocada por el poder de la oración, si estamos dispuestos a pedirle y a creerle a Dios.